El umbral como figura tangible y sutil se conecta con el actual momento transicional, vinculando al mismo tiempo en el umbral de la crisis a dos instituciones patrimoniales que han compartido por décadas el mismo techo: el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo. 

En ambos museos, las obras de artistas muertos y vivos convergen para formular un relato profundo y atemporal, que apela a nuestra relación arquetípica con el mundo. A través de este relato se honra la memoria de antepasados recientes de la cultura, y a su vez, la voz y la obra de estos se activa al entrar en contacto con la de quienes articulan los nuevos sentidos de una sociedad en constitución. 

Al igual que los personajes de Juan Emar en su monumental obra Umbral, los visitantes y espectadores quedan convocados a un recorrido conformado por una comunidad que parece contener y formular en sus entresijos los rasgos complejos de la identidad.  

Las obras, dialogantes entre sí, se sitúan desde el archivo, la evidencia, el escombro y la provocación, interpelando a quienes exploran a encontrar en cada escala del recorrido un espejo con el que confrontar su experiencia íntima de este período de transiciones y evaluaciones históricas.

Los museos en la bienal se abren como artefactos de resonancias cruzadas, donde las visiones sensibles del arte proponen posibles rutas para una construcción colectiva de nuestro sentido común.