15ª versión

umbral

15ª Bienal de Artes Mediales de Santiago

Artefactos Postales

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Años después de terminar el trabajo en su obra conocida como El gran vidrio (1915-1923), Marcel Duchamp congregó una serie de elementos visuales y lingüísticos que le habían rondado durante la producción de esa famosa pieza y los dispuso en una caja, La boîte verte.La caja verde (1934) estaba compuesta por retazos y significados potenciales de un largo proceso que ahora, a modo de un catálogo, acompañan una posible interpretación de la obra. Como si se tratase de un microarchivo de documentos y notas de producción, además de imágenes variadas y fotografías, La caja verde no solo «se adelanta a los intereses acerca de la reproductibilidad de la obra de arte» como bien apunta la curadora Carmen Fernández Aparicio, sino que, al mismo tiempo despliega una nueva forma de relación con el público receptor que, en este caso, es el encargado de resolver el puzzle. A modo de un código propio o de un juego de señales, este dispositivo le entrega al receptor un rol en la producción del significado, lo cual abandona el tradicional carácter unidireccional que ungía al artista como creador inspirado. Más bien, esta caja abre la posibilidad contemporánea de concebir el acto creativo como un proceso continuado donde la audacia compositiva se perfila como un montaje DIY. ¡Hágalo usted mismo! 

Anotado ese primer antecedente, podemos apuntar que algo parecido rondaba por aquel entonces en la pluma de Juan Emar. En Escribir para sí y escribir para los otros, ensayo que introduce su libro Cavilaciones, el literato anota:

[…] el público, tal vez sin comprenderlo con perfecta nitidez, presiente que la nueva obra que aparece no es únicamente de un autor dado, de un señor que vive por allí, sino que es algo que va a mezclarse activamente a su propia vida, como alguien que se introduce a nuestra casa.

La obra, nos dice Juan Emar, entra en nuestra casa, se mezcla con nuestra vida de forma activa. Tal vez alguien la ha hecho o, mejor dicho, ha comenzado a hacerla, pero no ha acabado del todo. Para llegar a su consumación, la obra dependerá también de nuestros cuidados, una vez entregada al tráfico entre los objetos de este mundo. Es allí donde la enfrentamos, en la interacción con las palabras y las cosas, bregando por empezar a armar su ficción, su biografía y sus posibilidades de subsistencia en la noche larga de la historia. Sin más, eso que llamamos obra es, en realidad, una deficiencia, algo que no está completo sino que debe aceptar el impredecible desafío de encontrar un lugar de relaciones entre otras obras, así como una pandilla de cómplices dispuestos a darle una posición. En la intimidad necesaria que se teje entre la obra y su receptor inimaginable, se juega una larga conversación a murmullos donde Juan Emar cavila y adelanta sus elucubraciones, sabiendo que la obra no es sino un mero hilo conductor. 

Creo sin asomos de dudas que ninguna obra es personal. Lo es, por supuesto, en el sentido de su forma o carácter, mas no en el sentido de propiedad. Ella es un elemento nuevo que nacido de un cerebro personal pasa al mundo de todos en el que cada individuo tiene derecho de conectarse con ella, de ponerse con ella en estado, digamos, femenino para que le fecunde […]

Escrito en 1922, Cavilaciones sugiere ya la tentativa de armar un circuito de circulación, un movimiento para establecer relaciones entre un conjunto de objetos y conceptos propuestos por el artista y aquellas personas, receptoras y receptores, que aceptan, como una adivinanza, conducir ese mensaje abierto en el juego de las cosas. Por supuesto, el escritor piensa también en sus palabras y escritos, y por eso elucubra sobre la sensación que él mismo experimenta al abrirse al entorno circundante desde su obra literaria: para él escribir supone sacar fuera algo que se murmulla en algún lugar de la mente, algo que nunca termina de ser estrictamente personal.  

Juan Emar sugiere predisponernos a la fecundación echando mano a una metáfora femenina, vegetal y terrenal también. Naturalmente, la vida de un proceso creativo se presenta como una actividad de cooperación sostenida. Entregarse al juego de encuentros y sugerencias continuado convierte cada obra, cada escrito, en una respiración sostenida entre las partes. En ese mismo sentido, la correspondencia postal expone al viaje de ida y vuelta entre participantes que se comunican con indicaciones y señales comunes, mientras avanzan a un encuentro complementario y abierto. El único destino de una relación así parece la continuidad en el intercambio. Una carta recoge efectos y afectos, plantea dilemas y anhelos, y desea siempre recibir una respuesta. 

En este caso concreto, el conjunto de elementos que forman este umbral de Artefactos postales combina un llamado a la correspondencia a través de una invitación a inventar las nuevas posibilidades a partir de la recepción de una caja. Un día llamarán a la puerta y se podrá recibir un paquete que contendrá una de las siguientes posibilidades. 

El Festival Franco Chileno de Video que inició su rodaje en la década de los 80 y se prolongó hasta 1996, comparece en una caja que incluye una serie de fichas extraídas de más de 40 películas. Los textos de Pascal-Emmanuel Gallet, fundador del festival, acompañan con citas y alocuciones que recuerdan la ruta abierta por un evento pionero en el relato que la imagen realizaría de lo real, a través de una serie de crónicas que pudieron caminar entre las gotas de la tormenta que impuso la dictadura en Chile.

Pero nombramos a Juan Emar y sus umbrales porque, gracias a esta colaboración ideada para la Bienal, se recogen una serie de documentos que rodeaban el escritorio del escritor y que han sido recobrados para compartirlos en una caja reveladora: el juego debe continuar como un quebrantahuesos restituyendo la vivacidad de una obra que persiste en plantear preguntas.

Lo que Mónica Echeverría expresa en su escritura, y en su postura también, es la fuerza del compromiso hasta la muerte. Una caja con una foto y una carta. En el retrato, hecho por Kena Lorenzini, Mónica posterga su muerte, desafiante recordando la causa femenina. La vemos con un parche cubriendo uno de sus ojos, un ojo perdido como muchos que volaron por la violencia. Y en la carta leemos las palabras de su hija Consuelo Castillo que reconoce no saber si su madre descansa, «porque su espíritu sigue agitando nuestras vidas».

En otra caja, Lotty Rosenfeld. Otro rescate merecido. Otra reformulación de la idea de esa obra visual continua que se reiteró en distintos lugares del mundo para adquirir otro significado, para modificar el espacio de aparición como una escena que esperaba otra línea. En colaboración con su hija, la poeta Alejandra Coz, la caja traerá las piezas de un fanzine que provoca y conmemora al mismo tiempo.

Gordon Matta-Clark estuvo en Chile en 1971 en una visita donde buscaba empaparse del fervor colectivista promovido por el gobierno de la Unidad Popular. En ese año visitó el Museo Nacional de Bellas Artes, donde realizó una intervención en el edificio, horadando una entrada de luz para conectar la zona subterránea con la alta cúpula con la que el museo mira el cielo. Hoy en esta caja hay espejos y otras piezas que permiten imaginar una forma de trasladar la luz a través del espacio.

Como vemos, los Artefactos postales reúnen un conjunto de elementos dispersos de una producción o de autor con la posibilidad de armar un recorrido personal con las piezas contenidas. Se espera que a través de su envío a un número de destinatarixs muy diversxs, se pueda abrir una red de circulación donde broten distintas respuestas. Cada caja semeja una pequeña exposición nómade, de forma parecida a la galería ambulante que el artista Robert Filliou llevaba en su sombrero. En 1962, lo que llamó Galerie Légitime, era un batiburrillo de pequeños objetos o imágenes que se paseaba con él por las calles. No importaba que fueran piezas de su autoría como de otros colegas del movimiento Fluxus; lo que Filliou buscaba era una experiencia que podía ser desplegada en cualquier momento, en cualquier lugar. Poco hacía por respetar la solemnidad del espacio del museo; al contrario, le interesaba activar situaciones irrepetibles, desprovistas de una respuesta única donde subsistía la intención de una «celebración permanente». Robert Filliou contribuyó a animar un modo irreverente del arte al que solo consideraba un medio para recuperar el valor de la vida. Visto así, la propuesta postal de ese «genio sin talento», como él mismo se autodenominaba, nos lleva también a reconocer el modo de relación involucrada en los Artefactos postales como una experiencia única, favorecida por un formato portátil, donde no es necesario acudir a espacios designados para la exhibición y nada se puede tocar. Aquí todo se puede tocar: solo la participación colectiva permite abrir la vía para seguir adelante. Así que, por favor, toque y combine a su gusto los contenidos de cada caja: esas son todas las instrucciones.  

Por Pedro Donoso.

Obras en exhibición en Artefactos Postales

Participantes

Artefactos Postales
Pedro Donoso

Editor, curador y docente

Chile

Museos [MNBA] Umbral Artefactos Postales
Mónica Echeverría

Profesora, actriz, dramaturga y escritora

Chile

Museos [MNBA] Umbral Artefactos Postales
Consuelo Castillo Echeverría

Gestora cultural, productora de cine y actriz

Chile