Yo vi a un hombre andar de cabeza presenta una máquina autómata que escribe, dibuja y garabatea, tanto sobre un muro del museo, como sobre la superficie de madera perteneciente a los tableros de una antigua casa prefabricada, cuyas paredes funcionales y divisorias, se despliegan a lo largo y ancho del espacio como medio y soporte. 

La máquina tiene, por función y cualidad, imitar el pulso manuscrito o la regularidad tipográfica mecanografiada. Valiéndose de la libre asociación, transcribe sobre los muros elementos diversos que se unifican al ser agrupados en relatos fragmentados, revelando un conjunto de imágenes aparentemente absurdas y enigmáticas extraídas de dibujos hechos por niños y segmentos de versos de dos fundamentos pertenecientes a la poesía popular chilena conocida como “Canto a lo humano”, ocupando como referencia escritos de las categorías “Por astronomía” y “Por el mundo al revés”. De esta forma, se generan interpretaciones simbólicas del mundo con diferentes grados de abstracción y de alcance imaginativo.  

El título Yo vi a un hombre andar de cabeza replica el nombre de uno de los versos del libro Poesía popular de los Andes de Violeta Parra, el cual fue publicado el año 1965 en París, por la editorial de François Maspero. Para el artista, la obra se relaciona con la existencia de  zonas vitales que aún sobreviven y cautelan el lugar de lo humano; asuntos cifrados en la cultura popular y, por ende, en la relación entre los sujetos. La observación y participación en estos lugares de resistencia, le permiten a Martínez identificar aquellos signos culturales que, entremezclados con su propia subjetividad, se traducen en la elaboración poética de un imaginario que se manifiesta en su práctica artística a través de distintos soportes y técnicas: ensamble de objetos, diseño de artefactos, fundición en metal, fotografía, escultura e instalación, y la incorporación de desechos y objetos encontrados.

COLABORADORES

Colaboración de Boris Cofré en diseño y programación de máquina autómata.